A pesar de que el azúcar es un componente habitual en muchos de los productos que consumimos habitualmente, incluso en los que no pertenecen a la categoría de productos procesados, pocas veces se habla del efecto que puede tener en nuestra salud.
Un consumo esporádico combinado con una dieta saludable y ejercicio no tiene porque resultar un problema. Sin embargo, en momentos de malestar, estrés o ansiedad la necesidad de azúcar, al igual que de grasas, suele aumentar en algunas personas.
El consumo de grandes cantidades de azúcar en poco tiempo interfiere en los niveles de glucosa en sangre, produciendo picos altos de glucosa y sus subsiguientes caídas (hipoglucemias).
Estas alteraciones pueden tener efecto en el estado de ánimo y niveles de energía de la persona, frecuentemente necesitando cada vez más consumo de azúcar que equilibre las hipoglucemias y resultando en un círculo del que puede ser complejo salir.
Los síntomas habituales pueden incluir aparente y energía rápida y vigorosidad tras el consumo; seguido de irritabilidad, ansiedad o cansancio extremo cuando el nivel de glucosa cae rápido. Es ahí donde se perpetúa el ciclo si uno no genera hábitos que pueda controlar.
Esto no implica que haya que eliminar el azúcar, pero sí repensar cuál es la cantidad que se suele consumir, prestar atención si hay un incremento llamativo y tener herramientas para conseguir una dieta equilibrada. Entendida la relación entre la alimentación y la salud mental, nos será más sencillo repensar nuestros hábitos.
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